¿Qué es lo primero que se te pasa por la cabeza cuando escuchas la palabra “miedo”? A lo mejor se te pasa el miedo a las arañas o el miedo a volar en avión o el miedo a quedarte solo o el miedo a la muerte o cualquier otro miedo, lo que casi estoy segura es que se te pasa uno de los miedos que más presentes están en tu vida en este momento.
Si buscas en la Real Academia Española la palabra miedo, dice la primera acepción: “angustia por un riesgo o daño real o imaginario” y ahí nos vamos a la parte importante, el miedo a veces no es real.
Partimos de la base de que el miedo puede ser adaptativo, si te encuentras con un león tienes miedo y ese miedo es beneficioso ya que te hace escapar del peligro. Pero a veces el miedo no nos sirve para nada, no conlleva ninguna acción que nos resguarde de una amenaza porque en realidad no existe tal amenaza.
Es cierto que la vida en sí ya es un riesgo y que cuanto mayores sean tus aspiraciones mayores riesgos has de correr, como dice el refrán “quién no arriesga no gana” e incluso añadiría que quién no arriesga no vive, que cuando te quedas en la zona cómoda no creces, que si no te la juegas probablemente nunca tengas nada. Que el miedo es válido, todos tenemos miedo pero lo que diferencia a unas personas de otras es de si su vida la dirigen ellos o la dirigen sus miedos.
Es normal que a veces el miedo te paralice, que necesites espacio para enfrentarte a él, que cada persona tiene sus propios tiempos y no pasa nada. Si es lo que necesitas, hazlo. Párate, escúchate, conócete a través de esta emoción, observa tus límites. Pero no te quedes ahí, avanza, equivócate si es necesario pero no cometas la equivocación de no avanzar por miedo. Si te da miedo abrir la puerta pero también te lo da cerrarla, construye una nueva.
Aunque el camino es incierto, lo que te da libertad es elegir sin miedo.
Elena García Paz